Javier Padilla y Marta Carmona.
Ed. Capitán Swing. Madrid 2022
Si seguimos así, como estamos, pasivos, neutrales, indiferentes, dentro de veinte años, decía una amiga, a la pregunta sobre el pensamiento crítico se contestará ¿eso qué es? Para que esto no suceda, esta vez vamos a recordar el malestar psicosocial de las personas, ordenado según su génesis estructural y su vivencia personal, perspectiva crítica del objeto del Trabajo Social. Aprovechamos la publicación del estupendo libro de Javier Padilla y Marta Carmona llamado Malestamos para hacer una reseña del mismo en relación a esa definición. Lo hacemos ahora porque en este ya largo ciclo que arrastramos, el Estado de Bienestar se ha convertido en un Estado de Malestar; y porque también queremos traer a esta página web este tema ya que consideramos que la lectura del libro es imprescindible para nuestra profesión. Sí, creemos que leerlo es absolutamente necesario para estimular el pensamiento crítico que se hace, como todo, cada vez más “líquido”, de tal forma que se va evaporando.
El malestar, antes de la crisis de 2007 podría percibirse en estado latente, al menos en los centros de servicios sociales, pero todavía para las trabajadoras sociales quedaban márgenes de posibilidad de ayuda. Las rentas mínimas apoyaban las intervenciones sociales y las situaciones de queme (burn out) no se extendían de una manera tan generalizada como ahora. Pero las sucesivas crisis han producido un sentimiento de malestar general que a veces es imposible de sostener, a juzgar por lo que se conoce. Este es el punto que alarma a los autores citados porque se traduce en cansancio, desesperanza o falta de confianza en el futuro. El propósito del libro es contextualizar ese malestar colectivo, porque es vivido de forma individual. De hecho, dicen, que estamos mal “porque la existencia de unas condiciones estructurales, sociales y políticas deja una impronta en nuestras biografías que hace que esto no sea una cosa que me pasa aislada del contexto, sino que el contexto forma parte no solo de las causas sino del problema en sí mismo.”
Estas palabras se relacionan directamente con la definición sobre el malestar psicosocial y su génesis estructural y vivencial. Lo estructural es lo objetivo, son las condiciones contextuales que nos envuelven muy difíciles de cambiar. Nos encontramos ante un conflicto doble, psíquico y social.
Traer a esta reseña el objeto de Trabajo Social no es un ejercicio epistemológico de capricho; es porque, como dijo en su día Tony Judt, “cuando los hechos cambian, nuestras estrategias también tienen que cambiar”. Con esto nos referimos al binomio necesidad recurso, como objeto del Trabajo Social en tiempos en que el estado de Bienestar se abría paso en nuestro país. Hoy, como se ha dicho más arriba, estamos ante el Estado de Malestar y esa definición que se hizo obedecía a unas condiciones socio-estructurales que ya no existen. Eran tiempos de conquista. Hoy son tiempos de incertidumbre y gran complejidad, tiempos que nos arrastran por derroteros que desconocemos. Hemos de recorrer muchos caminos hasta encontrar soluciones a ese malestar, sobre todo, porque no es posible hallar los métodos necesarios en una sola profesión. Por eso, la fórmula de dotar de recursos a las necesidades que se observan en los centros de servicios sociales, los de salud o de salud mental, etcétera, ya no sirve ya que plantea una solución unívoca y lineal de causa efecto. De ahí que hayamos elegido este libro Malestamos, para ampliar nuestra mirada con otros profesionales, con los que deberíamos estar trabajando en equipos para hacer frente a los múltiples malestares que se nos presentan cada día en el trabajo o en nuestras vidas.
Para estos autores que estamos siguiendo, la salida a esta situación tan generalizada de desesperanza y pérdida de futuro “no puede recaer sobre la atención individualizada, sino que alude de forma directa a intervenciones en el ámbito del trabajo (formal e informal) y a una ampliación de los derechos de subsistencia que abarque los derechos vinculados a los valores postmateriales (autonomía, libertad de expresión, desarrollo de la democracia…), que son los que hacen que nos podamos permitir pensar en la conquista del futuro.” En este párrafo vemos claramente la necesidad de trabajar junto a los servicios de salud en estrecha colaboración, preparando la misma hacia la formación de equipos en el futuro.
Son muchos los malestares que se perciben en las consultas de atención primaria de salud y de salud mental los que señalan estos dos médicos: estrecheces económicas que no permiten alcanzar las condiciones mínimas para vivir, falta de planes viables, conflictos interpersonales, amenaza de exclusión, sentir que una se está perdiendo la infancia de sus hijos, o la posibilidad de tenerlos… El hecho es que son demasiados los conflictos en los que se ven envueltas las personas y las familias que no pueden ser atendidas, dicen, ni aumentando significativamente el número de profesionales de salud mental. Por tanto, “lo cierto es que el sufrimiento psíquico derivado de las malas condiciones de vida, eso que el sistema califica de problema social no tiene una solución técnica terapéutica”.
Según los autores, se trata de conseguir mejorar los malestares para lograr “vivir mejor”; sin embargo, para lograrlo hemos de crear una sociedad más justa, como sostienen los autores: “para la consecución de sociedades justas han de combatirse tanto la injusticia económica (redistribución) como la cultural (reconocimiento), añadiendo con posterioridad un tercer elemento de justicia política relacionado con la representación.”
Para ir terminando, citamos a continuación la reflexión que hacen los autores sobre la definición clásica de salud de la Organización Mundial de la Salud (La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades). “Este vivir mejor ha de tener la capacidad de superar las ansias bienestaristas utópicas” de esa definición. Se precisa “mirar más hacia una concepción de la vida buena que nos permita politizar la lucha por unas condiciones de vida justas para todas y todos, a la par que contar con esa red de protección que son los servicios públicos en la atención al malestar cuando lo precisemos.” Esa red de protección bien podría ser la renta básica universal -RBU- que defienden en el libro, pero de antemano nos avisan: “no tendría la capacidad de aliviar el sufrimiento psíquico de la faz de la tierra.”
Para llevar la analogía que hemos establecido hasta el último renglón de esta reseña, queremos añadir, o si se prefiere, sugerir, lo siguiente: en Trabajo Social nos conviene también ir abandonando nuestras ansias “bienestaristas”, propias de los tiempos de conquista cuando fue definido el objeto como “las necesidades sociales en relación con los recursos aplicables a las mismas”, ya que es mucho lo que ha cambiado en el panorama español desde las jornadas de Pamplona en 1971. Por eso, proponemos afinar las estrategias tanto epistemológicas como los instrumentos técnicos, es decir, la metodología que empleamos, partiendo de lo que hay, lo negativo, el malestar psicosocial, para definir aquello a lo que queremos llegar.